‘Steve Mcqueen te lleva de viaje por el país. El país es Francia. ¡El viaje es a 330km/h!’ reza el póster o folleto oficial de aquél cruce entre carrera de resistencia, documental y película que Steve Mcqueen protagonizara a principios de los setenta con Le Mans.
De antemano, es necesario avisar al público que si no le gusta el mundo del automóvil, la película puede llegar a aburrirle en varios sentidos. No estamos ante un Ciudadano Kane o algo por el estilo. Se trata de cien minutos de carrera pura y dura con algo de trama de por medio, con algunas (buenas) canciones de por medio. Pero las pistas de música principales son dos: Ferrari y Porsche, ambos motores V12 de cinco mil centímetros cúbicos.
Le Mans es exactamente lo que promete: una reproducción verdaderamente fidedigna de las 24 Horas de Le Mans de 1970 llevada a los cines. Desde el principio la atmósfera va a estar presente, no así el diálogo (Mcqueen no abre la boca hasta pasada la media hora, minuto arriba o abajo), pues no se considera tan necesario, ya que no son solamente las personas las que cuentan la historia. También desde muy temprano y con simples movimientos de cámara se muestra la realidad de los espectadores y mecánicos en el mundo del automovilismo en 1970, para poco después pasar a la acción, que rara vez se detendrá hasta el final de la película.
La trama, en definitiva, es simple: la rivalidad, que no enemistad, entre Michael Delaney (Mcqueen) y Eric Stahler (Siegfried Rauch), entre el equipo Gulf Porsche de John Wyer y la Scuderia Ferrari, entre los Porsche 917K y los Ferrari 512S Coda Lunga. Por otro lado está la relación entre Delaney y Lisa, la ex mujer de un piloto que falleció en un accidente previo a la película donde el protagonista estuvo involucrado. Todo, como es suponer, se resuelve en la pista, y es ahí donde realiza unos cuantos giros (metafóricamente hablando) a la trama con el fin de presentar variación.
El sonido, como ya se ha comentado, suele ir a cargo de los motores V12 de los Ferrari y Porsche, aunque tiene una banda sonora propia, como es lógico. De hecho, destacan dos canciones: la que suena tanto al inicio como al final de la película como la que arranca con el latir de los corazones y los motores al principio de la carrera y acompaña durante las primeras vueltas a los trece kilómetros y medio del circuito de La Sarthe.
Para concebir este filme, el esfuerzo fue casi absurdo: fue necesario grabar durante todo un verano con los coches a máxima velocidad, el piloto David Piper perdió un pie en un accidente grabando (muchos pilotos de resistencia y Fórmula 1 de por entonces colaboraron en este proyecto) y los Ferrari 512S hubo que comprarlos de manos privadas, además de necesitar varios directores, pues el director original se marchó del proyectó al ver que Mcqueen interfirió en casi todo lo que pudo interferir (incluido tratar de hacer todas las escenas posibles, ya que era un fanático de los coches…que había sido segundo poco antes en las 12 Horas de Sebring frente a Mario Andretti).
Pese a ello, la película recibió bastantes críticas y no fue precisamente de las más laureadas de Mcqueen, pese a ese ambiente realista y que supo mantener a lo largo de la película (idea propia del filme posmoderno). Aún así, dentro del mundo del automovilismo permanece hoy día como un largometraje mítico, junto a Grand Prix, ambientada en la temporada de 1966 de Fórmula 1. Se intentó hacer una readaptación actual en 2003 (titulada 24 horas al límite) con el personaje de Michel Vaillant, no obstante acabó siendo bastante inferior en casi cada aspecto.
Recreación del fotógrafo Steffen Jahn |
No hay comentarios:
Publicar un comentario